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14 mayo 2025

 Un alto costo por el éxito

Esta comedia livianita y olvidable es bullente en lugares comunes y cursilerías de la protagonista. Una chica ruda y letrada, pero por sobre todo, fanática de un tipo de masculinidad que permanentemente la obliga a degradarse.


Paulina Flores. La próxima vez que te vea, te mato. Barcelona: Anagrama, 2025, 196 páginas.

No debería sorprender, cualquiera puede sacar un libro no logrado o reguleque. Le puede ocurrir a todos y todas. Pero este sorprende y mucho, especialmente por la profundidad del cambio, por su transformación dramática de pasar de ser una de las esperanzas jóvenes de la narrativa de mujeres en Chile a esto. La próxima vez que te vea, te mato de Paulina Flores es una novela que no solo decepciona, sino que preocupa.

Es cierto que, por momentos, Flores logra hacernos reír con las aventuras de Javiera. Ella es una joven chilena, escritora, estudiante de posgrado, ilegal en Barcelona: categóricamente snob, con poco dinero y que realiza talleres literarios on line.

Su principal característica: pretende vivir al ciento por ciento el amor romántico. No de manera irónica, sino apegada totalmente al itinerario romántico. El objeto de su pasión es su roommate Manuel, un guapo y enamoradizo músico peruano. El relato es llevado por Javiera, celópata y, por sobre todo, servil con su macho. Al extremo que las infidelidades del galán peruano, llevan a Javiera a pretender vengarse de sus amantes, dejando indemne al susodicho.

Atrás quedó en Flores su escritura de largo aliento, aquella que hilaba diversas temporalidades y niveles dramáticos, que otorgaba profundidad psicológica a sus personajes mediante líneas sincrónicas, contextos turbios y relaciones afectivas conflictivas. Hoy tenemos a una escritora que se rinde al mercado a través de una trama superficial y una escritura simple, centrada en la acción más que en el discurrir de sus personajes.

Esta comedia livianita y olvidable es bullente en lugares comunes y cursilerías de la protagonista: “quería tomar el control de mi narrativa. Sentir como un pájaro de canto melodioso y apasionado. Pero solo encontraba palomas muertas”. El abuso en cómo se autoconfigura Javiera es excesivo. No hay espacio para la insinuación, todo resulta dicho de manera literal, explícita: “Me gustaba confundir fantasía con realidad para obtener catarsis poéticas y sublimar la pena. Para evitar, precisamente, la locura”. La desconfianza en la capacidad lectora de ir más allá de lo obvio, la desconfianza en que no vamos a poder interpretar ambigüedades, convierte esta escritura en un panegírico simplón de la victimización y del chiste fácil.

Ella es una chica ruda y letrada, pero por sobre todo es fanática de un tipo de masculinidad que permanentemente la obliga a degradarse: “Me di cuenta de que era mi oportunidad para suplicar. Postrarme a sus pies y pedirle que se quedara”. Podría ser evidente que el accionar de la protagonista se deba a la alta dependencia económica respecto de Javier, llevándola a figurar como víctima, pero es tan alto el grado de banalidad de esta ficción que no vale la pena. Resulta inútil el ejercicio de sobreinterpretar con el único objetivo de impedir que esta novela se hunda totalmente en la insignificancia.

Lo más llamativo es que la configuración degradada de lo femenino es ignorada por todo el resto de los personajes del libro. O sea, el universo narrativo naturaliza ese rol sin ningún contrapeso. Inconsciencia compartida, por supuesto por la voz autoral, capturada por un modelo de femenino idiota, subalternizado. Tanto es así que la subordinación y el maltrato se reproduce incluso en el sexo. A tal grado que él la asfixia y le dice “la próxima vez que te vea, te mato”. Amenaza que la protagonista asume como un aderezo lógico y divertido de su relación.

Esto ocurre porque la historia busca construir obsesivamente a una chica ‘alternativa’. El problema es que en que para ello recurre a una propuesta ideológica anacrónica: Javiera es una chica joven, soltera, migrante de clase media que en pleno 2025 sostiene como máximo baluarte de transgresión su libertad sexual. Realmente no, no da. Lo peor es que ese supuesto libertinaje nace sin lugar a dudas del deseo de venganza ante el desapego de su macho latino.

Una pose de rebeldía que cuyo fondo es nada más y nada menos que la vieja creencia en el mito de la posesión y exclusividad de la pareja. O sea, el discurso de la novela está cargadísimo al conservadurismo amoroso-sexual. Dentro de eso, resulta lógico que surja el deseo de Javiera de matar a las amantes del peruano. No se podía esperar menos, el amor es así, qué se le va a hacer.

Flores ha caído en un pozo profundo, muy profundo. Quizás efecto del éxito o, sencillamente, se aburrió de imposturas pasadas. Ser latinoamericana y estar en las ligas mayores de la industria editorial parece que en este caso tiene un costo alto. Veremos si sigue estando dispuesta a pagarlo. 



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