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27 junio 2025

 El gran momento de Colil

El libro hace gala de un manejo de géneros literarios avanzado que no le teme al relato negro, al thriller, el goticismo o lo fantástico; muchos caminos que buscan representar el farsesco proceder de la justicia respecto a los crímenes de la dictadura.



Cosas que no creerías. Juan Ignacio Colil. Santiago: Cormorán Ediciones, 2024, 149 páginas.


Hay que decirlo con toda claridad: Juan Colil es el mejor cuentista nacional de la actualidad. Su persistencia y su estilo único le permiten fusionar una cadencia oscura, la conformación precisa de atmósferas y personajes evasivos, que parecen estar siempre encarando su memoria.

Cosas que no creerías es un conjunto de relatos en torno a la impunidad, llevados por narradores vinculados de una u otra forma delitos prescritos o cuyos autores fueron favorecidos por alguna autoridad para evitar las sanciones legales. Predomina aquí un tono casi testimonial en voces que se niegan al olvido. Recordar y desear justicia parece ser lo único que los mantiene en pie.

Doce historias y doce protagonistas. Individuos de pocas palabras, con vidas comunes, pero analíticos. Ellos, repentinamente se ven insertos en una trama de crimen y muerte que posee dos aristas:  haber sido víctima y requerir venganza o convertirse en investigador por cuenta propia, operando como un detective de la memoria subterránea del país. Los hechos están todos asociados a la dictadura.

“Tres boletos” expresa en plenitud el peso de una injusticia. Un conductor de tren se topa por casualidad a un sujeto con sus nietos. Un aparentemente tierno abuelito, pero que en el pasado fue un criminal. El narrador recuerda a Octavio, su amigo y surge la impotencia, el dolor, pero también una sombra demasiado espesa, algo así como una traición apenas insinuada. A volver al presente piensa: “Qué podía hacer, gritarle asesino, sapo, y qué más”. Colil construye un cuadro moroso, imprevisible, mediante un fraseo breve, seco, separado de emociones evidentes, pero dejando sentir todo el peso de una racionalidad que está del lado del criminal y que no deja lugar al deseo de venganza.

Reconstituir el pasado es parte central del relato “Rawson”, centrado en un vecino de un barrio de Recoleta, quien en 1971 detonó una bomba en un cuartel de la policía. Hecho que llegó a oídos del narrador, mediante la voz de su madre. Este hecho motivará una búsqueda extraña, ya que no podemos entrar a las motivaciones que lo impulsan a realizar una exhaustiva investigación de un suceso lateral y perdido de su infancia. Solo queda elucubrar, quizás recuperar parte de la memoria materna o una muy tardía admiración por quien parece considerar un hombre heroico, que merece ser rescatado del anonimato, como si buena parte de la vida del protagonista se jugara en ello.

Dentro de los relatos más destacables se encuentra “Por una cabeza”. En la línea del policial fantástico, nos enfrentamos a Flores un detective a punto de jubilarse que es convocado a participar en un último caso. El detective arrastra la muerte de su compañero Quintana. La narcolepsia de Flores, le impidió ser testigo del fatal desenlace al interior del vehículo compartido por ambos. Al parecer por esa razón es destinado a un perdido poblado sureño donde ocurrió un robo. Un hecho muy menor que deriva en una intrincada trama sobrenatural donde cada detalle opera como una red de indicios-trampas urdida con precisión en su tono macabro y secuencias de hechos ¿sobrenaturales?

Se podría decir que el volumen deja en claro que más allá de los recuerdos particulares y los ejercicios individuales por seguir manteniendo vivo el deseo de justicia, lo que une los relatos es que toda memoria es memoria del fracaso. Y es precisamente por eso que la literatura, adquiere tanta importancia en Colil: porque el acto de narrar el fracaso aminora un poco su poder destructor, como si el relato pudiera todavía oponerse a esa fuerza arrasadora que viene del pasado.

El libro hace gala de un manejo de géneros literarios avanzado que no le teme al relato negro, al thriller, el goticismo o el clima fantástico. Intensificando su preocupación estético-política por aquellos y aquellas víctimas que carecen de lugar en la memoria del país.

Mis únicos reparos se refieren, en primer lugar, al prólogo:  la literatura no requiere presentaciones, debe sostenerse sin apoyos. Particularmente en el caso de un autor, que a estas alturas no necesita insertar loas en sus libros. El prólogo ensucia, no ayuda. Igualmente ocurre con las fotografías interiores, realizadas por el autor, que constituyen un divertimento más que un aporte al conjunto.

Fuera de estos asuntos, digamos externos, Juan Ignacio Colil demuestra en plenitud su gran sello: una prosa ensordinada, donde todo resulta, como se dice en Chile, quitado de bulla, pero con una potencia enorme. Con una naturalidad de excepción, su escritura se sustenta en un conocimiento técnico preciso, capaz de montar historias siniestras en dos o tres párrafos. Cosas que no creerías es un gran momento dentro de su producción narrativa. 



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