Un debut esperanzador: De un infierno a otro de Julia Guzmán
Julia Guzmán elabora un conjunto de impecables
historias donde revierte lugares comunes del género investigativo. Este
significativo debut resulta muy saludable para la literatura policiaca nacional,
tradicionalmente propiedad de varones.
Julia Guzmán. De un infierno a otro. Santiago: LOM, 2024, 115 páginas.
El
2024 ha sido el año de la narrativa policial escrita por mujeres. Un nombre
importante en este flujo de autoras es el de Julia Guzmán quien ha publicado
recientemente su primer libro de cuentos. De un infierno a otro contiene
diez relatos, algunos no inéditos, donde se advierte una fuerte preocupación
por explorar distintas configuraciones del género femenino, privilegiando mundos
interiores en crisis, vidas expuestas al daño y a decisiones irreversibles.
Dos matrices posee el volumen: una netamente
detectivesca, clásica, centrada en dos investigadores privados que deben
resolver casos a partir de la pesquisa y el análisis y otra, que se ciñe al
estilo domestic noir, donde personajes comunes resultan apresados por conflictos
domésticos que en algún momento podrían llegar a ser delictivos. El punto en
común de ambas matrices es su distancia de problemáticas sociales, esto le
permite concentrarse en la condición hipócrita del ser humano. Generalmente son
los varones quienes actúan de manera solapada y violenta. Las mujeres, por su
parte, son personajes con muchos matices, vericuetos que delatan un carácter en
ocasiones decidido, pero también compasivo y sometido.
La intención de Guzmán de alejarse de los
crímenes de gran envergadura representa un giro importante respecto de los que
tradicionalmente realiza el género policial, estas narraciones huyen de lo
grande, lo estruendoso, tanto así que optan por delitos menores o por
situaciones que solo en apariencias parecen punibles. Sin embargo, situarse en
lo menor no implica para nada la pérdida del suspenso, el planteamiento de un
enigma, una atmósfera oscura y personajes decadentes.
Cinco de estos relatos son protagonizados por Miguel
Cancino y Ester Molina, quienes abandonaron sus estudios universitarios para
dedicarse al oficio de investigadores privados sin contactos con la oficialidad
policial. Ocasionalmente se ayudan en su oficio y aunque él demuestra
admiración por Ester, no son pareja romántica. Ambos comparten rasgos como la
soledad, la precariedad económica y un aire de fracaso vital. En cuanto a
diferencias, Cancino es retraído, tímido y meditabundo. Ester, por su parte, es
directa, pragmática y autoritaria. Un componente central en la conformación del
personaje femenino es su lesbianismo. Resulta un verdadero acierto que la
autora saque de la heterosexualidad a la mujer detective, rompiendo con una
tradición masculinista del policial en Chile.
En oposición a las historias en torno a
Cancino y Molina se encuentran los domestic noir, donde se enfatiza el
suspenso, el vagabundeo psicológico y el protagonismo de la mujer, esta vez como
entidad activa y no solo como víctima. En estos relatos, predomina la mujer
heterosexual harta de la rutina, violentada por su pareja, la maternidad o por
una pequeña comunidad laboral que la desprecia. Cada narración posee un
conflicto asociado a una crisis de identidad que arrastra a las mujeres a situaciones
límites. Así ocurre con “Rutinas indelebles” donde una madre preocupada de su hijo
olvida al amigo de éste en una plaza o en “De un infierno a otro”, uno de los
mejores del conjunto, donde una mujer casada se va con su amante a vivir a una
comunidad isleña. Inesperadamente le toca convivir con la exmujer de su pareja
y la pequeña hija. La atmósfera tormentosa contribuye con oficio a potenciar el
atolladero en que se encuentra la protagonista.
Un caso particular lo constituyen dos relatos
que en el fondo son uno. Es decir, del primer relato se deriva el segundo. La autora
hace gala de un manejo técnico preciso, mediante la utilización de un personaje
que transita de secundario, en el primer cuento, a protagonista, en el segundo.
Los relatos en cuestión son “Silencio en la noche” y “Un amigo circunstancial”.
En el primero una mujer arrienda una habitación de hotel para escribir.
Mientras trabaja, ocurre un hecho delictual en una habitación vecina que podría
acarrearle grandes problemas. En el siguiente relato, el protagonista es uno de
los personajes del cuento que elabora la escritora. El encadenamiento de
ficciones no solo funciona perfecto, sino que confirma la multiplicidad de
enfoques que pueden derivarse de un mismo acontecimiento.
Esto confirma que Guzmán posee un conocimiento
profundo sobre el género literario que cultiva. Y por fortuna lo demuestra con
hechos y no teorizando, salvo en el primer cuento del volumen. Mediante la voz
del detective Cancino se describe la denominada crítica policial del narrador
francés Pierre Bayard. Claramente esta referencia implica un gesto
metaliterario, una suerte de declaración de principios respecto a cómo abordar
el relato policial. Cuando leemos a un/a detective o investigador/a, accedemos
solo a “uno” de los posibles caminos resolutivos del acertijo propuesto. Las
interpretaciones textuales, por más verosímiles que sean, no son más que “una” posibilidad
de desentrañar la realidad ficticia. Esto implica que lxs lectorxs operen como
detectives que sospechen de todo, incluso de la propuesta de verdad construida
por el protagonista. Por tanto, más importante que el remate de un conflicto o
caso policial es el proceso que experimenta un personaje, cuyo fin ya no es
arribar a lo que supone sea la verdad.
Julia Guzmán
elabora un conjunto de impecables historias donde revierte lugares comunes del
género investigativo. Su escritura es limpia, fluida y precisa en su articulación
argumentativa. Respecto a su pareja de detectives, hay que decir que son figuras
excepcionales para protagonizar una saga, donde se profundice en sus posiciones
ideológicas, sus hábitos culturales, su clase y género. Es imposible, por
ahora, decidir cuál de las dos modalidades de relato funciona mejor en la
autora: ¿la narración detectivesca o la narración doméstica? Ambas resultan no
solo bien elaboradas, sino que complejas a pesar de su brevedad, abordando
llamativamente lo femenino y manteniendo una fuerte intensidad en los
conflictos.
La presencia cada vez mayor de autoras policiales
permite afianzar la solidez de un género, que si bien ha aportado importantes
nombres a la literatura nacional, ha sido fundamentalmente propiedad de varones.