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02 enero 2025

Más allá del entusiasmo y el pesimismo

¿Quién se atreve hoy, desde la literatura, a enarbolar un discurso pro revuelta? Por eso que la tesis central de Matapacos es tan importante, porque se niega a la clausura y no asocia derrota con pérdida de esperanza.



Claudio Tapia. Matapacos. Santiago: Editorial Perras Palabras, 2024, 169 páginas.

La Revuelta Social en Chile, ocurrida entre octubre de 2019 y marzo del 2020, tuvo efectos literarios bastante interesantes. A cinco años del comienzo de este intenso, esperanzador y trágico fenómeno ya contamos con un corpus contundente formado principalmente por novelas, pero que también incluye poesía. El periodo más prolífico de publicación de libros sobre el estallido es el año 2020; sin embargo, hasta hoy se sigue publicando sobre este tema. 

Ahora, un nuevo volumen se suma a esta producción. Matapacos, una novela de Claudio Tapia, donde se propone una analogía entre el famoso perro y el protagonista. Matapacos es el nombre de un perro que si bien tenía una dueña que se preocupaba de él, su verdadera vocación era la calle. Su nombre original era El Negro, un quiltro, como se les llama en Chile a los perros mestizos, que ganó su apodo acompañando a numerosas manifestaciones callejeras, siempre del lado de quienes protestaban. “Paco” es el nombre que recibe la policía uniformada. Muerto en 2017 se convirtió en un símbolo de la resistencia durante el estallido.

La narración avanza entre el entusiasmo y el pesimismo, entusiasmo por un presente de lucha, alegría y compañerismo. Pesimismo, por un futuro que en el momento mismo de la protesta se empieza a vislumbrar aciago. Los pequeños triunfos y momentos de alegría son azotados con severidad por la tragedia. La violencia represiva va dejando muertos, mutilados, torturas y golpizas.  Todo eso quedará en la impunidad y es precisamente la constatación de la impunidad uno de los aspectos que mejor trata la novela de Tapia, que presagia la falta de justicia o los perdonazos a las fuerzas policiales  a quienes les ordenaron violentar a una población armada solo de piedras frente a una contraparte con armamento militar.

Sin embargo, esa mezcla de entusiasmo y pesimismo, más el fracaso y la impunidad no dejan lugar a la pérdida de sentido y menos al arrepentimiento. La idea de salir a marchar, de enfrentarse al poder, de reclamar y alzar una esperanza no son puestas en duda, no hay en este libro lugar para un revisionismo que aplaste el origen legítimo de todo lo ocurrido, no hay una clausura que cierre el pasado con el sello del error. Nada de eso, por el contrario la novela trasmite que a pesar de todo valió la pena el esfuerzo.  

Álvaro es el protagonista, un joven de la comuna de La Cisterna que se ve obligado a abandonar sus estudios universitarios por problemas económicos. Álvaro es primero un testigo que mantiene una distancia crítica bastante fuerte con las protestas y rebeldías. Pero la novela se encargará de mostrarnos su tránsito hacia un compromiso cada vez mayor: “Quiero que este sea un país más justo y no me gusta sentirme de brazos cruzados. Creo que estamos en una ventana única y, si se suelta la calle, estos políticos culiaos nos van a cagar de nuevo”.

El itinerario de decisiones que experimenta el personaje central es descrito con acuciosidad, estableciéndose un parangón entre el desmoronamiento de su familia y su ingreso a la lucha social.  El joven, en principio, se integra a las brigadas de la Cruz Roja que auxilian a los heridos, para luego migrar a la primera línea. A partir de la nueva función, muestra arrojo y un compromiso vital que lo llevan a ser llamado por sus compañeros de lucha como “Matapacos”. Es acá cuando comienza a proponerse la similitud entre el animal y el protagonista. De alguna manera el humano se acerca cada vez más a esa existencia del animal como un luchador por naturaleza

Es por esto que el volumen logra abrir la figura del perro Matapacos hacia un lugar más allá del símbolo, o sea sin dueño, libre y siempre en el lugar de los marginados. Y esto lo hace adentrándose en una suerte de poshumanismo donde se ha destruido la distinción jerárquica entre lo humano y lo no-humano. El “otro” ya no son solo las personas, sino todo aquello que tiene vida. La animalidad, en tal sentido, viene a representar la caída del sujeto como origen y fundamento de la realidad. Animalidad que ya no es un insulto que conlleva rasgos de bestialidad, salvajismo, irracionalidad y ausencia de espíritu. En términos contrastivos el animal es una metáfora de la esclavitud, la dependencia, el abuso, como ocurre con los marginados sociales. Esta narración humaniza al perro y con ello lo convierte en otro protagonista.

A pesar de esto, la apertura del símbolo del Matapacos no deja de ser un tanto ingenua, ya que genera una cierta infantilización de la historia, lo que en última instancia perturba el realismo predominante. Quizás el problema se produce porque la novedosa vertiente antiespecista, o sea la humanización del perro, llega demasiado tarde al relato. O, dicho de otra forma, la fantasía, se introduce de manera forzada en el realismo.

Más allá de lo anterior, Matapacos sostiene todo lo contrario a lo que la hegemonía neoliberal manifiesta en la literatura autorreferencial, donde domina la identidad narcisa. Uno de los aspectos que el neoliberalismo ha impuesto con más fuerza en la literatura nacional es el predominio del yo, del individualismo. Los protagonistas suelen alejarse de cualquier instancia colectiva, impidiendo con ello, todo tipo de agenciamiento. Esto significa, además, adoptar un discurso indiferente a los procesos sociales, el sinsentido de todo acto de resistencia y la convicción de la inutilidad de la literatura como herramienta de cambio.

Es por esto que el volumen se vuelve una pieza narrativa valiosa, es decir porque se inclina hacia la épica de una particular colectividad: sin nombre, líderes ni manifiestos, que no se dará por derrotada, pese sus múltiples fracasos. Es cierto que esta comunidad es configurada a través de una evidente romantización de la gesta popular y de sus luchadorxs, pero habría que preguntarse si acaso esto no es necesario frente al grotesco discurso de rechazo y arrepentimientos de todas las fuerzas políticas, incluso las beneficiadas por su efectos, como es el caso del gobierno y la izquierda, que prácticamente no ha tenido contrapesos en lo público en estos cinco años.

¿Quién se atreve hoy, desde la literatura, a enarbolar una discurso pro revuelta? La versión oficial ha triunfado: el estallido fue delincuencia, violencia irracional, un momento demasiado sombrío. Por eso es que la tesis central de Matapacos es tan importante, porque se niega a la clausura y no asocia derrota con pérdida de esperanza. Este libro confirma que la historia sigue abierta y que la versión oficial es solo una versión más.


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