Más allá del entusiasmo y el pesimismo
¿Quién se atreve hoy, desde la literatura, a enarbolar un discurso pro revuelta? Por eso que la tesis central de Matapacos es tan importante, porque se niega a la clausura y no asocia derrota con pérdida de esperanza.
Claudio Tapia. Matapacos. Santiago: Editorial Perras Palabras, 2024, 169 páginas.
La Revuelta
Social en Chile, ocurrida entre octubre de 2019 y marzo del 2020, tuvo efectos
literarios bastante interesantes. A cinco años del comienzo de este intenso,
esperanzador y trágico fenómeno ya contamos con un corpus contundente formado
principalmente por novelas, pero que también incluye poesía. El periodo más prolífico
de publicación de libros sobre el estallido es el año 2020; sin embargo, hasta
hoy se sigue publicando sobre este tema.
Ahora, un nuevo volumen se suma a esta
producción. Matapacos, una novela de Claudio Tapia, donde se propone una
analogía entre el famoso perro y el protagonista. Matapacos es el nombre de un perro
que si bien tenía una dueña que se preocupaba de él, su verdadera vocación era
la calle. Su nombre original era El Negro, un quiltro, como se les llama en
Chile a los perros mestizos, que ganó su apodo acompañando a numerosas
manifestaciones callejeras, siempre del lado de quienes protestaban. “Paco” es
el nombre que recibe la policía uniformada. Muerto en 2017 se convirtió en un
símbolo de la resistencia durante el estallido.
La narración avanza entre
el entusiasmo y el pesimismo, entusiasmo por un presente de lucha, alegría y
compañerismo. Pesimismo, por un futuro que en el momento mismo de la protesta
se empieza a vislumbrar aciago. Los pequeños triunfos y momentos de alegría son
azotados con severidad por la tragedia. La violencia represiva va dejando
muertos, mutilados, torturas y golpizas.
Todo eso quedará en la impunidad y es precisamente la constatación de la
impunidad uno de los aspectos que mejor trata la novela de Tapia, que presagia
la falta de justicia o los perdonazos a las fuerzas policiales a quienes les ordenaron violentar a una
población armada solo de piedras frente a una contraparte con armamento
militar.
Sin embargo, esa mezcla de
entusiasmo y pesimismo, más el fracaso y la impunidad no dejan lugar a la
pérdida de sentido y menos al arrepentimiento. La idea de salir a marchar, de
enfrentarse al poder, de reclamar y alzar una esperanza no son puestas en duda,
no hay en este libro lugar para un revisionismo que aplaste el origen legítimo
de todo lo ocurrido, no hay una clausura que cierre el pasado con el sello del
error. Nada de eso, por el contrario la novela trasmite que a pesar de todo
valió la pena el esfuerzo.
Álvaro es el protagonista, un joven de la comuna de
La Cisterna que se ve obligado a abandonar sus estudios universitarios por
problemas económicos. Álvaro es primero un testigo que mantiene una distancia
crítica bastante fuerte con las protestas y rebeldías. Pero la novela se
encargará de mostrarnos su tránsito hacia un compromiso cada vez mayor: “Quiero
que este sea un país más justo y no me gusta sentirme de brazos cruzados. Creo
que estamos en una ventana única y, si se suelta la calle, estos políticos
culiaos nos van a cagar de nuevo”.
El itinerario de decisiones
que experimenta el personaje central es descrito con acuciosidad, estableciéndose
un parangón entre el desmoronamiento de su familia y su ingreso a la lucha
social. El joven, en principio, se
integra a las brigadas de la Cruz Roja que auxilian a los heridos, para luego
migrar a la primera línea. A partir de la nueva función, muestra arrojo y un
compromiso vital que lo llevan a ser llamado por sus compañeros de lucha como “Matapacos”.
Es acá cuando comienza a proponerse la similitud entre el animal y el protagonista.
De alguna manera el humano se acerca cada vez más a esa existencia del animal
como un luchador por naturaleza
Es por esto que el volumen
logra abrir la figura del perro Matapacos hacia un lugar más allá del símbolo,
o sea sin dueño, libre y siempre en el lugar de los marginados. Y esto lo hace
adentrándose en una suerte de poshumanismo donde se ha destruido la distinción
jerárquica entre lo humano y lo no-humano. El “otro” ya no son solo las
personas, sino todo aquello que tiene vida. La animalidad, en tal sentido,
viene a representar la caída del sujeto como origen y fundamento de la
realidad. Animalidad que ya no es un insulto que conlleva rasgos de
bestialidad, salvajismo, irracionalidad y ausencia de espíritu. En términos
contrastivos el animal es una metáfora de la esclavitud, la dependencia, el
abuso, como ocurre con los marginados sociales. Esta narración humaniza al
perro y con ello lo convierte en otro protagonista.
A pesar de esto, la
apertura del símbolo del Matapacos no deja de ser un tanto ingenua, ya que genera
una cierta infantilización de la historia, lo que en última instancia perturba
el realismo predominante. Quizás el problema se produce porque la novedosa vertiente
antiespecista, o sea la humanización del perro, llega demasiado tarde al
relato. O, dicho de otra forma, la fantasía, se introduce de manera forzada en
el realismo.
Más allá de lo anterior, Matapacos sostiene todo lo contrario
a lo que la hegemonía neoliberal manifiesta en la literatura autorreferencial, donde
domina la identidad narcisa. Uno de los aspectos que el neoliberalismo ha
impuesto con más fuerza en la literatura nacional es el predominio del yo, del
individualismo. Los protagonistas suelen alejarse de cualquier instancia
colectiva, impidiendo con ello, todo tipo de agenciamiento. Esto significa,
además, adoptar un discurso indiferente a los procesos sociales, el sinsentido
de todo acto de resistencia y la convicción de la inutilidad de la literatura
como herramienta de cambio.
Es por esto que el volumen
se vuelve una pieza narrativa valiosa, es decir porque se inclina hacia la
épica de una particular colectividad: sin nombre, líderes ni manifiestos, que
no se dará por derrotada, pese sus múltiples fracasos. Es cierto que esta
comunidad es configurada a través de una evidente romantización de la gesta
popular y de sus luchadorxs, pero habría que preguntarse si acaso esto no es
necesario frente al grotesco discurso de rechazo y arrepentimientos de todas
las fuerzas políticas, incluso las beneficiadas por su efectos, como es el caso
del gobierno y la izquierda, que prácticamente no ha tenido contrapesos en lo
público en estos cinco años.
¿Quién se atreve hoy, desde
la literatura, a enarbolar una discurso pro revuelta? La versión oficial ha
triunfado: el estallido fue delincuencia, violencia irracional, un momento
demasiado sombrío. Por eso es que la tesis central de Matapacos es tan importante, porque
se niega a la clausura y no asocia derrota con pérdida de esperanza. Este libro
confirma que la historia sigue abierta y que la versión oficial es solo una
versión más.
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