Buscar este blog

07 marzo 2025

 

Grandes dosis de maldad

Si hay algo claro es que Bernardita Bravo narra de manera personalísima y con ello, establece un lugar literario que hay que conocer. 


Bernardita Bravo Pelizzola. Voraz. Santiago: La Pollera, 2024, 106 páginas.

Nueve relatos conforman Voraz de Bernardita Bravo Pelizzola. Un libro donde se impone una realidad bullente de claves misteriosas, donde la ambición por poseer afectos, cuerpos y vidas marca el destino de cada una de las protagonistas. Nada se idealiza en esta escritura, todo se ha corrompido y dañado de manera irreversible. La catástrofe no es algo por venir, una amenaza; la catástrofe ya está aquí, en el presente de la narración.

Ancianas, escolares, mujeres de edades diversas, clasemedieras, atrevidas y dispuestas a logras sus metas sin medir consecuencias protagonizan estos relatos en primera persona. Similares a un testimonio, conscientes de dirigirse a su lector/a y con pocas dilaciones o desvíos, porque el núcleo son los discursos del personaje central. En todo caso, a veces la prosa tiende a darle demasiado espacio a frases sentenciosas inconducentes.

Pero eso no impide que la construcción de los personajes mantenga siempre la misma arquitectura: una base muy sólida de maldad, matizada por algunas pizcas de ingenuidad. La maldad femenina es la que aparece en primer plano, aunque siempre el fondo de cada escena se encuentra ocupado por la maldad masculina. Bravo sabe con exactitud cómo sacar provecho de tal circunstancia.

La búsqueda de satisfacción sexual es recurrente en estos personajes, asumida como una forma de compensar carencias y sentir que poseen el control. La heterosexualidad dibuja relaciones binarias, pero donde los hombres son reemplazables y manipulables. Esto implica una profunda disputa por la autoridad, mediante actos sexuales que buscan el goce individual inmediato. En el dominio del territorio sexual son ellas las que siempre toman la iniciativa, esto les permite tener el control y evitar ser víctimas de la violencia, aunque sea transitoriamente.

En “Voraz” una mujer se dirige a su amante. El relato tiene tres modulaciones del narrador: omnisciente, testigo y partícipe de los acontecimientos, todas orientadas a exponer el método que eligió para conseguir satisfacer de su deseo de ejercer el mal o simplemente beneficiarse en su función de amante. Lo importante es que este juego de perspectivas respecto de la narradora, quien llega a elaborar un plan siniestro contra la esposa del amante, es ejecutado de manera exacta.

Planificar es una de las acciones que reiteran estas mujeres. En “La más bella historia de amor”, una vez más encontramos a una mujer que idea una forma de autosatisfacción. Su voz es compartida esta vez con la de su pareja, Pablo. Ambos conforman un matrimonio típicamente burgués que busca apaciguar su rutina mediante triángulos sexuales con desconocidas. Solo mujeres, es el único requisito que el hombre impone al plan de su esposa. El relato de Pablo responsabiliza a Camila de los hechos: “No puedo negar que esa maestría y soltura con que llevaba a cabo sus planes era una de las cosas que me fascinaban de ella. Sí, sus planes. Podría decir perfectamente que fue ella la encargada de las atracciones, la cohesión, las afecciones y la desintegración de nuestra historia”. Una mujer que, además, actuaba: “como si apuntara un revólver en direcciones contrarias y de pronto se disparara en la cara”. El hombre responsabiliza a la mujer del vicio, es ella quien corrompe la aparente armonía familiar. El problema es que todo marcha bien hasta que se llega al final. Es más, este cuento que bien podría ser el más destacable del conjunto, falla al imponerle una resolución demasiado obvia y castigadora. Tanto que revierte toda grandeza de la protagonista al patologizarla y con ello acoger una mirada moralista que la juzga y encasilla, como si la autora no se hubiera atrevido a que en este caso triunfara el mal.

Por fortuna el libro encauza su ruta, se aleja de la moralina y vuelve a los personajes decididos, narcisos, lejanos a sentir culpa por sus acciones. En “Lola y los corderos”, nuevamente aparecen dos narradores: Lola, una mujer que busca hombres débiles, manipulables, que se enamora de un femicida y Damián, su amigo, un tipo dado a victimizarse, que trastorna su vida por la mujer. La dualidad de voces permite contrastar las miradas sobre la protagonista y con ello, ponerla en jaque. No es casual que las voces masculinas tengan por función cuestionar el proceder femenino. El juzgamiento procede de la masculinidad y simboliza la voz social y una suerte de hermandad entre varones.

La autora condensa sus relatos, tensados por una realidad inquietante. Si bien su prosa carece de símbolos y no llega a ser fantástica, confirma los frágiles límites del realismo. Si hay algo claro es que Bernardita Bravo narra de manera personalísima y con ello, establece un lugar literario que me parece necesario conocer.



No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.

  Grandes dosis de maldad Si hay algo claro es que Bernardita Bravo narra de manera personalísima y con ello, establece un lugar literario q...